Parar o no parar, ¿quién tenía la respuesta correcta?
Hace un par de días me compartieron un Twitter que hablaba de lo que le había ocurrido a Lando Norris en el pasado Gran Premio de Rusia y terminaba con esta palabra: Hindsight, que puede traducirse como comprensión retrospectiva. Es decir, el entendimiento de una situación solo después de que haya sucedido o se haya desarrollado. A posteriori. Me gustó mucho.
El pasado domingo, en un abrir y cerrar de ojos, las piezas cambiaron de lugar en el tablero, aunque en realidad fue como si alguien hubiera dado un manotazo para tirarlas y volverlas a poner sin importar cómo estaban acomodadas antes. Cual acto de magia (Now you see me, now you don’t) el podio desapareció para algunos y apareció para otros. Pero ¿podemos realmente hablar de estrategias perfectas y fallidas? ¿De buenas y de malas decisiones? ¿De errores y de aciertos? ¿De torpeza y de experiencia? O fue simple, sencilla y llanamente… suerte. Como dijo Fernando Alonso, una moneda al aire. Mientras más lo pienso más me convenzo de esto último.
El domingo, aquellos que entraron primero por intermedias tenían poco que perder y mucho que ganar, por así decirlo. Es cierto que de los tres punteros también hubo alguien que lo hizo, Hamilton. Pero recordemos que su ventaja con el tercer lugar (Alonso en ese momento) era lo suficientemente amplia como para pensar en hacerlo sin perder la segunda posición y, de hecho, así ocurrió. ¿Y qué pasaba con los otros pilotos que ahora algunos cuestionan? Veamos, Norris estaba en primer lugar; Alonso y Pérez tenían posibilidades de acabar en tercero e incluso Leclerc; la decisión era menos sencilla para ellos ¿no creen? Había en juego un poquito más… ¿Y si la lluvia disminuye? ¿Y si encuentro suficientes tramos secos? ¿Y si la nube pasa rápido? ¿Y si logro controlar el auto? ¿Y si?
Ahora resulta sencillo decir que aquellos equipos y pilotos que se anticiparon tuvieron una gran visión y los demás se equivocaron. Pero, esa tímida lluvia a escasas vueltas del final, que terminó por arreciar, pudo muy bien haber menguado y entonces ¿qué habría pasado? Estaríamos hablando de un podio completamente diferente, en el que de seguro habríamos visto a Norris, o a Pérez o a Alonso o a Leclerc (tal vez a más de uno de ellos).
Me parece que no hubo errores como tales, solo riesgos que se corrieron, riesgos que siempre existirán en la Fórmula 1. Una decisión tomada en una fracción de segundo a más de 200 km/h bajó a algunos pilotos del podio y los convirtió en villanos, pero bien pudieron ser genios. No creo que sea justo señalar a algunos de inmadurez o hasta de soberbia como llegué a leer y a otros de no haber sabido hacer valer su experiencia y de no haber interpretado correctamente las condiciones de la pista.
En una temporada de por sí aguerrida y divertida, porque vaya que lo está siendo, con grandes duelos, controversias, polémicas sanciones y vibrantes carreras, ahora la lluvia vino a hacernos vivir emociones todavía más intensas (al menos esta vez, Spa fue otra historia). Una temporada en la que la balanza puede inclinarse para cualquier lado. Viéndolo así solo me queda decir, qué afortunados somos.
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