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Este año se correrá la edición número setenta del Gran Premio de Mónaco, año en el que también recordamos el 30 aniversario de la partida de un grande.

El Gran Premio de Mónaco, una de las joyas de la Triple Corona del Automovilismo, una de las carreras con más tradición y rancio abolengo de la Fórmula 1, un circuito muy demandante que no perdona ni el más mínimo error, una página indiscutible en la historia del deporte motor y… sí, ahora también un interminable trenecito de monoplazas en el que los adelantamientos se dan con cuentagotas. Los autos evolucionaron, la ciudad no puede hacerlo, no podemos ganarle metros al mar o tomar la terraza de algún restaurante para hacer más ancha la pista. Tal vez, desde hace algunos años, la verdadera prueba tenga lugar el sábado. Piloto y máquina contra el circuito, manos y motor contra los muros o, como dice un buen amigo, destreza el sábado y supervivencia el domingo. Para bien o para mal, Mónaco es lo que es y más allá de toda la controversia, no deja de haber algo mágico al llegar a esta cita, al menos para algunos y debo decir que yo me incluyo.

Muchas han sido las historias que este circuito ha visto a lo largo de los años, pero seguramente hay alguien que viene a nuestra mente cuando pensamos en el Gran Premio de Mónaco. Me refiero, por supuesto, a Ayrton Senna da Silva. Diez veces lo corrió, ganándolo en seis ocasiones, más un segundo y un tercer lugar. Nadie ha igualado este récord y difícilmente alguien lo hará.

Viajemos hasta 1984, el año debut de Ayrton Senna en la máxima categoría. Mónaco era la sexta competencia de la temporada, competencia que, muchos dicen, hubiera significado el primer triunfo del brasileño de no haber sido por aquella controversial bandera roja. Un joven Senna partía desde la posición 13, muy lejos del poleman, Alain Prost, y detrás de otros grandes nombres como Mansell, Piquet o Lauda. Para complicar más aquel primer encuentro con Mónaco, las condiciones no podían ser peores, la lluvia no dejaba de caer y apenas inicianda la competencia, empezaron también los accidentes. Aun así, Senna, a bordo de su humilde Toleman TG184 y haciendo alarde de una inigualable pericia, fue avanzando lugares, uno a uno, hasta colocarse segundo.  Con cada vuelta recortaba a ritmo vertiginoso la distancia que lo separaba del francés, que corría en la punta y en nueve vueltas pasó de 30 segundos a tan solo un poco más de siete. Superarlo era cuestión de tiempo, ya lo tenía en la mira. Pero, justo entonces, se mostró la bandera roja que daba por terminada la carrera, debido a la inclemencia del tiempo y a la poca visibilidad. La victoria fue para Prost, pues fue el primero en cruzar la línea de meta en la vuelta 31, dejando a Senna con el segundo lugar.

A pesar de la entendible molestia de Senna, la decisión estaba tomada. ¿Qué hubiera pasado si la contienda continuaba? Es cierto que Prost venía sufriendo con sus frenos, que el mal tiempo arreciaba y que no era descartable pensar en algún accidente. Aun así, parece evidente que Senna hubiera podido superar a Prost y que aquello habría sido un final de locura, pues no olvidemos a un tercer protagonista en esta historia, quien suele pasar un tanto desapercibido. Hablo del piloto alemán Stefan Bellof. Él logró apenas clasificar para la carrera en el último lugar disponible, el 20. Desde esa posición y haciendo también una excepcional carrera, fue ganando lugares hasta colocarse tercero y venía acercándose a pasos agigantados a Senna y a Prost, a bordo de su Tyrrell, cuando la competencia fue suspendida.

¿Se imaginan lo que hubiera sido ese final? ¿Se tomó la decisión correcta? ¿Hubo algún otro motivo más allá de la seguridad de los pilotos? La respuesta solo la tiene Jacky Ickx, piloto belga y director de carrera en aquel Gran Premio. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que Ickx fue suspendido de sus funciones tras aquella controversial decisión.

Así, con la carrera oficialmente terminada en la vuelta 31, se otorgaron la mitad de los puntos. En esa época el ganador se llevaba 9, por lo que Prost recibió 4.5 puntos. A la postre, aquel año Prost perdería el campeonato de pilotos por solamente medio punto contra Niky Lauda, su coequipero en McLaren. Las vueltas de la vida. Y, justamente, en esas vueltas de la vida y haciendo un pequeño paréntesis, un año más tarde Stefan Bellof perdió la vida en los 1000 km de Spa-Francorchamps, tras un contacto en Eau Rouge, nada menos que con Jacky Ickx…

Regresando a Mónaco, ese segundo lugar de Senna representó el primero de los tres podios que conseguiría la escudería británica Toleman a lo largo de su historia en la Fórmula 1, todos logrados en aquel 1984 y todos gracias al mismo piloto, Ayrton Senna.

El segundo encuentro de Senna con el Principado, al año siguiente y ya con la escudería Lotus, terminó en abandono. En 1986 subió nuevamente al podio con un tercer lugar. No fue sino hasta 1987 cuando logró aquella tan ansiada primera victoria en Mónaco. 

Llegamos a 1988, el primero de Senna en McLaren y el primero también como coequipero de Alain Prost, explosiva combinación que nos dejó más de una historia que contar, como, justamente, aquel Gran Premio de Mónaco. Senna, en lo que muchos han llamado la vuelta perfecta, se alzó con la pole y el domingo lideró la carrera por más de 60 vueltas, todo era miel sobre hojuelas. Senna se acercaba cada vez más a lo que parecía ser una cómoda victoria, su segunda en el Principado y, lo más importante, venciendo a su acérrimo rival y compañero de equipo. Pero ocurrió entonces lo que nadie esperaba. En la vuelta 66, su alerón delantero rozó la pared en la curva Portier, se fue contra el muro y tuvo que abandonar la competencia. Alain Prost se quedó con el primer lugar. Estaba tan enojado consigo mismo que no regresó al paddock, caminó a su departamento y nadie supo de él hasta el día siguiente. No podemos más que adivinar lo que pasó por la cabeza de Senna durante aquellas horas, lo cierto es que aquel fue el último “desliz” suyo en este Gran Premio y a partir del siguiente año nadie pudo vencerlo.

Y cómo no hablar del duelo Senna-Mansell en el Gran Premio de Mónaco de 1992. Aquel domingo, Senna salió tercero, tras los dos Williams; Mansell en la pole seguido de su compañero Riccardo Patrese. Llegando apenas a Sainte Dévote, la primera curva del circuito, Senna alarga la frenada y logra pasar al italiano, a nada estuvo de impactar contra Mansell, pero salió airoso de la arriesgada maniobra. Ahora, ya estaba donde debía, si quería alguna posibilidad de ganar, tenía que estar justo detrás del líder. A falta de unas vueltas del final, Mansell se vio obligado a entrar a pits por culpa de una tuerca, Senna tomó la delantera y empezó de nuevo la persecución, pero ahora a la inversa, con Mansell tratando de dar alcance a Senna. A tres vueltas de la bandera a cuadros los autos estaban ya uno frente al otro. Mansell, a pesar de intentarlo una y otra vez, no logró rebasarlo, Ayrton cerraba el paso en cada intento del inglés. Cruzaron la línea de meta con una diferencia de solo 2 décimas de segundo. Brillante triunfo de Senna sobre Mansell y su poderoso Williams, cortándole así su marca perfecta, pues había ganado las 5 primeras carreras de la temporada.

Al año siguiente, 1993, llegó el sexto triunfo de Senna en Mónaco. La pole fue para Alain Prost a bordo de su Williams, seguido de Schumacher, Senna y Damon Hill. Sin embargo, Prost recibió una penalización por haberse movido antes de tiempo en el arranque y, por si fuera poco, caló su auto en una entrada a pits perdiendo tiempo precioso, el liderato y cualquier posibilidad de triunfo. En cuanto a Schumacher, su auto dijo hasta aquí casi a la mitad de la carrera y tuvo que abandonar. Así, se cristalizó el triunfo que rompía el récord de Graham Hill de 5 victorias en Mónaco y, curiosamente, su hijo, Damon Hill, compartió podio con Senna, en el peldaño del segundo lugar.

Con seis triunfos, Ayrton Senna es el máximo ganador en Mónaco, cinco de ellos consecutivos pues, entre 1989 y 1993, las calles del Principado solo conocieron a un triunfador; nadie pudo arrebatarle la victoria, nadie, salvo su propio destino. El 15 de mayo de 1994 se corrió en Mónaco la cuarta competencia de la temporada, pero Ayrton Senna ya no estuvo ahí.

Hasta aquí este pequeño recorrido dentro del gran camino que compartieron Senna y Mónaco. Grandes batallas, duelos, proezas y frustraciones, sudor y lágrimas, tantas y tantas historias que sería imposible condensarlas todas en unas cuantas líneas. Seguramente, cada quién tiene su momento más preciado; para mí, todo inició aquel 3 de junio de 1984. Ese día, con destreza y determinación, bajo una intensa lluvia y en uno de los circuitos más peligrosos, aquel sencillo rookie de 24 años, oriundo de São Paulo, con las manos bien aferradas al volante y la vista al frente, empezó a escribir su propia leyenda. Sempre Senna.

Gracias por leerme.

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