Tom Fowler, director técnico de Toyota, cuenta la historia del problema que desencadenó el problema de motor en el coche de Ogier en el Rally de Turquía.
Hace poco más de una semana, Sébastien Ogier se vio obligado a ceder el liderazgo del Campeonato Mundial de Pilotos del WRC a su compañero Elfyn Evans debido a una retirada en la penúltima especial del Rally de Turquía, en el PS11.
El 6 veces campeón del mundo tuvo que detenerse a pocos kilómetros de la meta de la tercera y última carrera del Campeonato Mundial de Rallyes de 2020 debido a un fallo de motor en su Toyota Yaris WRC que, de hecho, le impidió llevarse a casa otros puntos importantes para el que podría ser el séptimo título de su carrera.
Sin embargo, después de Turquía, Ogier cayó a la segunda posición a 18 puntos de su compañero Elfyn Evans, liderando inesperadamente el Campeonato Mundial de Rallyes y ahora con una gran oportunidad en sus manos para ganar el título.
Una vez de vuelta a la sede de Puuppola, el motor del Yaris de Ogier fue enviado a Colonia (lugar de la construcción de los motores 1.6 del WRC) para ser analizado y buscar la causa que obligó a Séb a retirarse. Después de las debidas comprobaciones, Toyota fue capaz de decir cuál fue el fallo.
«El sistema que usamos para cambiar de marcha funciona con un motor eléctrico», explicó Tom Fowler, director técnico del Toyota Gazoo Racing WRC.
«El imán es parte de ese motor y fue el imán el que se rompió. Estaba destrozado», continuaba.
«Creemos que hubo un defecto de fabricación en el imán. Lo estamos analizando e intentamos averiguar la razón de este fracaso. Estaba bien dentro de los límites de su función. El motor estaba condenado a fallar en cuanto saliera del punto en el que se construyó».
«Lo único que sabemos ahora mismo es que el primer cilindro no funcionó. Echamos un vistazo al interior del motor cuando el coche volvió de los especiales. Hasta que el motor no se desmonte y se hagan estudios extensos, será difícil entender qué causó el aplastamiento del imán».
